jueves, 7 de marzo de 2019

Con motivo de la celebración del 8 de marzo, Lara Bella publica un reportaje de investigación en el que muestra la evolución del papel social de la mujer apoyándose en los testimonios de dos mujeres que ejemplifican dos generaciones muy próximas pero muy diferentes.


LA MUJER DE AYER Y LA DE HOY

Nunca antes en la historia, ha habido, ni posiblemente habrá, una época de cambios tan extraordinarios para las mujeres, como el siglo XX.

Lara Bella. 7-03-2019. El blog de periodismo.

En España, antes del comienzo de este exitoso siglo, las mujeres no tenían reconocimiento social ni laboral. La mayoría de ellas, aproximadamente unos 4 millones, se ocupaba única y exclusivamente a las labores del hogar y al cuidado de sus hijos, mientras el otro millón se dedicaba a trabajos duros y mal retribuidos como lavandera, planchadora o costurera. Además seguían sin tener derecho a voto y bajo la tutela del hombre de la casa, primero su padre y seguido su marido.


Esta situación comenzó a cambiar en España tras la incorporación masiva de mujeres al trabajo, sustituyendo a los hombres que se encontraban en el frente y la adquisición del derecho a voto femenino en 1931. Debido a los cuarenta años de dictadura franquista, España en comparación al resto de los países industrializados, consigue la independencia de la mujer cierto tiempo después.


A partir de aquel momento fue difícil continuar con la lucha, debido a que Franco con el gran apoyo de la religión católica, promulgó que el sexo fuera del matrimonio era pecado, y que su única finalidad era procrear. Por lo que la principal función de la mujer era tener hijos y criarlos. Frente a esto se encontraba el ansia de libertad e igualdad que las mujeres deseaban tras su participación durante ambas guerras y no cesaron hasta conseguirlo.

Tras la victoria de la Unión de Centro Democrático en 1977 en las primeras elecciones democráticas, el Congreso debate acerca de la modificación de las leyes, debido a la reivindicación femenina para que los derechos jurídicos fuesen incorporados en la Constitución. En los años siguientes se puede apreciar el crecimiento en la causa feminista, gracias al apoyo de numerosas organizaciones ciudadanas, librerías, universidades, centros culturales y el de importantes medios de comunicación o autores de prestigio. 

La aprobación de las leyes mencionadas anteriormente en la Constitución fueron la aportación más importante de la etapa, proporcionando con la modificación del Código Civil algunos avances para las mujeres. A partir de aquel momento ambos cónyuges tenían los mismos derechos y se aprobó la ley del divorcio. Además las mujeres comenzaron a tener una mayor visibilidad en trabajos normalmente masculinos, aunque con grandes diferencias tanto económicas como jurídicas.

Sirva como ejemplo, a historia de Amparo Garrido, una mujer que convivió con las desigualdades sociales y laborales del momento. Comenzó a trabajar con 13 años, en una empresa de alimentación donde cobraba 249 pesetas, lo que hoy en día equivale a 1,50€, por semana. Pocos años después, con 19, tuvo que casarse rápidamente tras quedar embarazada, de su primer hijo. Este suceso es el primero de los muchos que Amparo nos cuenta en su testimonio, y que en aquel momento eran injustificables por la sociedad. Podría decirse que fue víctima de una sociedad represiva y desigual. 

Al poco tiempo de tener a su cuarto hijo, comenzó a separarse de su marido. Según sus palabras el divorcio fue muy fácil en comparación a las muchas dificultades que tuvo que soportar previamente e incluso después. Ya que desde aquel instante, cada vez que Amparo tomaba cualquier decisión sobre sus hijos tenía que comunicarlo antes al Ayuntamiento, para que este verificase que ella era la única tutora legal a cargo de ellos.

Tras la entrada al siglo XX, el movimiento feminista continúa vigente, más fuerte que antes incluso. Lentamente comenzaron a instaurarse leyes proteccionistas a favor de la mujer. Cada vez era más común que las mujeres sintieran interés por los estudios, y con no demasiado apoyo lo emprendieran. Sin embargo con la creación del instituto para mujeres, la escolarización de las mismas dejó de verse en casos particulares convirtiéndose en cómo hoy en día lo conocemos “top trend”. Estos avances sociales se ven reflejados en la historia de Ana Sáenz, hija de Amparo, que según nos cuenta su camino fue mucho más sencillo que el de su madre. Ella pudo estudiar un Grado Superior de Administrativo, ser una mujer independiente y fijar sus propias metas. Pero también ha sufrido discriminaciones sexistas, por el hecho de ser mujer: “La primera vez que fui a una entrevista de trabajo y me preguntaron si tenía una relación de pareja estable o si pensaba tener hijos en un futuro; no podía dar crédito de ello” nos contaba Ana Sáenz. Si esta situación le pareció sorprendente aún lo fue más cuando varios años después, tras tener un contrato fijo y estable en una fábrica, nos explica cómo fue despedida al ser sorprendida por un hijo inesperado. Quizás estas situaciones ya no se están dando de manera tan habitual pero nos manifiesta que en su actual trabajo continúa sintiendo la brecha salarial en comparación a sus compañeros masculinos por el mismo trabajo realizado, además de aportar unos estudios superiores en su currículum.

La lucha feminista ha conseguido grandes progresos desde el siglo XX hasta hoy en día. Sin embargo aún no es posible afirmar la igualdad social y laboral entre ambos sexos. Hoy en día más del 2,3 millones de mujeres españolas no tienen trabajo, lo que supone una tasa de desempleo superior al 23,32%. Por otro lado, las afortunadas de tenerlo perciben un salario con una diferencia anual del 20% inferior a la de sus compañeros, por la realización de trabajos asemejados, por el simple hecho de ser mujer.



Tabla donde se aprecian las desigualdades sociales y laborales que a día de hoy las mujeres siguen sufriendo.

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